Europa y el estado

En el texto el autor retoma los fundamentos teóricos del marxismo-leninismo sobre la democracia como mejor envoltorio político del capital, también en la fase imperialista, para aplicarlos al estudio de la cuestión europea. Para mostrar que «procesos inéditos», como la ruptura de las soberanías estatales en Europa y el nacimiento de un sistema de poderes europeos, «eran totalmente legibles con los instrumentos de la teoría marxista del Estado y de la democracia imperialista».
«Para quien ha elegido el internacionalismo», escribe La Barbera, «es vital tener una visión científica, porque de lo contrario se termina atrapado por las ideologías que se afanan en llenar los cerebros y movilizar los prejuicios y las emociones de masas». Solo con aquella «visión científica» se podía comprender que, aunque de forma aparentemente paradójica, la causa última de la unificación europea debía ser buscada en Asia. Precisamente la irrupción prepotente del gigante chino empujaba a Europa a la reacción frente a la presión creciente que provenía de Oriente. Y, por lo tanto, que China y Europa, el imperialismo chino y el imperialismo europeo, debían de ser comprendidos conectados, mediante los nexos conjuntos del imperialismo unitario. Eran las «cuestiones neurálgicas», aunque ciertamente no agotaban el cuadro general de una contienda donde otras grandes fuerzas continentales -en primer lugar los EE.UU., pero también la India, Rusia, Japón y Brasil- ocupaban el escenario. Y de ese modo debían ser afrontadas, tratándose de «dos desafíos para el internacionalismo» en la nueva fase estratégica.
Después de quince años, ya de lleno en los efectos de una contienda imperialista donde el declive atlántico y la irrupción china se confrontan hacia la dirección de un rearme colosal que preanuncia tiempos cada vez más inciertos y borrascosos, aquellos desafíos se revelan de una manera más urgente y vital. La debacle político-estratégico registrada por los EE.UU. y por la OTAN en Afganistán no representa sólo una bancarrota ulterior para el mito liberal, sino también un acontecimiento destinado a dejar una marca en la historia. Para Europa, desde hace décadas frente a los dilemas sin resolver de su centralización política y militar, el retraso resulta ahora insostenible. Los desafíos multipolares que se desarrollan desde el Mediterráneo hasta el Indo-Pacífico no conceden más excepciones a la exigencia de la formación de la Europa potencia.
Cada vez van a florecer más las ideologías envenenadas del europeísmo imperialista. Volver a proponer los puntos firmes de Europa y el Estado es, por lo tanto, un arma más en la lucha, para dar fuerza y claridad a nuestra cada vez más necesaria oposición revolucionaria al imperialismo europeo.